Decenas de palomas descendieron sobre la avenida Andrés Avelino Cáceres aquella mañana del 27 de noviembre. Bajo el bypass, junto al cuerpo sin vida cubierto por un cartón frío, algunos perros callejeros y aves rodearon a quien durante años les había dado de comer. Algunos comerciantes, juraban que era una despedida. Los canes se acercaron, olfateando el aire con desconcierto. Horas antes de aquella escena, exactamente a las 4:45 de la madrugada, Juliana Masías León murió haciendo lo que siempre hizo: salvar vidas.
Sus pies calzaban unas sandalias viejas y gastadas. La sangre recorría lentamente la pista mientras la cúster de Megabús Arequipa, placa V8R-952, permanecía detenido a medio carril. Julianita como todos la conocían habría intentado cruzar la avenida para rescatar a unos gatitos abandonados. No llegó al otro lado.

La mujer de los animales
Juliana Masías León tenía 66 años y era natural de Azángaro, Puno. En Arequipa no tenía casa propia. Vivía de manera precaria en un stand de la asociación Virgen de Copacabana, en la plataforma comercial Avelino Cáceres. A veces dormía a la intemperie, incluso bajo la lluvia. Era la mayor de nueve hermanos y madre de dos hijos, con quienes habría perdido el contacto hace años.
Para sobrevivir, recorría los mercados recogiendo botellas y haciendo pequeños servicios a los comerciantes: traerles agua, ayudarles con encargos menores. Vendía artículos pequeños en la calle San Juan de Dios y en distintos puntos del centro. Con esas pocas monedas, muy pocas, compraba comida. Pero no para ella. Para los perros, los gatos y las palomas abandonadas que poblaban el Avelino.

«La conocíamos a la señora porque daba de comer a los perritos y a los gatitos, les traía agua. Le gustaban los animales.Ha querido traer al gatito del frente que estaba abandonado y cruzó la pista», recuerda con tristeza un comerciante de la zona.
Rubén Rojas, presidente del frente de Defensa del Avelino Cáceres, la describe con dolor: «Era una compañera casi ambulante que siempre se recorría por los diversos mercados. La poca utilidad que ella tenía, la agarraba y alimentaba a los perritos, alimentaba a las palomitas debajo del bypass. Por eso es una compañera más, por eso nos duele que esto haya sucedido así».

El infierno que no la detuvo
Pero la historia de Juliana no era solo de amor. Era también de dolor y resistencia. Cuando los miembros de HOPE —Asociación de Protección y Bienestar Ambiental-Animal la conocieron hace años, vivía discriminada. Los vendedores la insultaban, la humillaban, la corrían. La tildaban de «loca» y «reproductora» por defender a los animales. Ella peleaba y discutía con quienes los maltrataban, aunque eso le costara golpes, insultos y lágrimas. Nunca se rindió.
Luego vino la tragedia que casi la destruye, le quemaron y mataron a los perritos que albergaba con tanto amor en el mismo Avelino. Eran su familia. Lo único que tenía. Entró en una crisis emocional profunda. Desde ese día cambió, y nadie imaginaba cuánto dolor cargaba.

Semanas después, alguien le arrebató con engaños a una perrita que había rescatado y cuidado. Acusaron a Juliana de maltrato animal, ella, que dejaba de comer para que ellos comieran, y le quitaron al animal. HOPE fue su representante legal en el proceso. La depresión agravó su delicado corazón.
«Ella dejaba de comer para que ellos comieran. Ese era su corazón», escribió más tarde la asociación en un sentido comunicado.
Una de sus amigas cercanas la recuerda así: «Juliana para mí era una persona que amaba mucho a los animales, que daba su vida por ellos. Le decían loca, pero a ella no le importaba cómo andaba. Ella daba todo por los animalitos. Era una buena persona. Me preguntaba: ¿Viste algún animalito que está mal? Y yo le decía y ella iba a rescatarlos».

La madrugada del jueves
El 27 de noviembre, a las 4:45 de la madrugada, Juliana Masías León caminaba por la avenida Andrés Avelino Cáceres. Como cada día, llevaba consigo algo de comida para los animales abandonados. Bajo el bypass había unos gatitos que necesitaban ayuda.
La plataforma comercial del Avelino es un hervidero de combis, buses y comercio ambulatorio. El caos vehicular es constante. A esa hora, sin presencia policial, los vehículos circulan sin control. Fue entonces cuando la unidad de placa V8R-952 de la empresa Megabus conducido por Ángel Issac Supo Huayta, de 42 años, embistió a Juliana y ella murió en el acto.

Su cuerpo quedó tendido en la pista bajo las llantas del vehículo, cubierto apenas con un cartón. La sangre corría lentamente. Sus pies con sandalias gastadas sobresalían de la improvisada mortaja. Pasaron más de dos horas hasta que el fiscal de turno ordenó el levantamiento del cadáver.
«Una muerte más de una compañera que conocemos. Ella trabajaba y daba alimento a los animales callejeros», dijo Rubén Rojas frente a las cámaras, con rabia e impotencia. «Responsabilizamos directamente a la autoridad municipal por esto que ha sucedido. En reiteradas oportunidades hemos pedido al alcalde distrital que coordine con la policía de tránsito para que estén desde las 3 de la mañana, y no a las 7 y media que vienen».
El adiós
Cuando finalmente envolvieron el cuerpo de Juliana en una envoltura negra y lo subieron a la camioneta para llevarlo a la morgue, todos miraban atónitos. Horas después, decenas de animalistas y comerciantes se reunieron bajo el bypass para despedirla. Llevaron flores, colocaron un altar improvisado en el lugar exacto donde perdió la vida.
«Era una persona muy noble, un alma caritativa, con un corazón grande, que siempre brindaba ayuda a los animalitos. Estamos en el lugar donde ella venía todas las madrugadas para darle de comer a los gatitos abandonados, y fue que la atropellaron cuando intentaba cruzar la pista», expresó la abogada Hania Rodríguez.

Jeaneth, quien la conoció en 2015, escribió: «Seres nobles no deberían partir pero este mundo podrido no es para ellos. Fuiste mucho amada, Juliana. Te llevas una parte de mi corazón y nos dejas un dolor profundo».
HOPE publicó un extenso comunicado titulado «Hoy HOPE está de luto»:
«Hoy nos despedimos de una mujer que, aun sin tener nada, entregó todo lo que tenía… y hasta lo que no tenía… por los animales. Murió haciendo lo que siempre hizo: salvar vidas. Murió en el acto más puro de amor».
El artista y el mural
Entre quienes llegaron al plantón estaba Félix Condori Flores, un joven estudiante de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de San Agustín. Al escuchar la noticia en la mañana, sintió una profunda pena. Dejó su trabajo y se dirigió al Avelino.
«Vi la noticia y dije: quiero hacer algo», contó frente a las cámaras. «Quisiera retratar en un mural a Julianita, representar su dedicación que tenía al cuidar a los animalitos. Ella no tenía recursos, pero aun así protegía a los seres más débiles».

La protesta contra el caos vehicular
El miércoles 3 de diciembre, bajo un sol implacable que hacía arder el asfalto de Arequipa, con carteles en mano y arengas cientos de comerciantes de la plataforma Andrés Avelino Cáceres salieron a las calles. Exigieron al municipio distrital de José Luis Bustamante y Rivero que tome medidas urgentes contra el caos vehicular, el comercio ambulatorio, la inseguridad y el problema de los residuos sólidos que generan un caos generalizado en la zona.

La columna de comerciantes avanzó desde la plataforma comercial hasta la municipalidad distrital de José Luis Bustamante y Rivero. Al llegar frente al edificio municipal, sacaron lo que habían preparado: un ataúd simbólico con un cartel que decía «Alcalde incapaz», y encendieron el fuego. Las llamas consumieron el ataúd. Era el símbolo de una paciencia que se había agotado, de promesas incumplidas, de tres vidas perdidas.

«Al día de hoy ya tenemos tres muertos, tres decesos. ¿Y por qué? A causa de que el comercio ambulatorio ha tomado las veredas. A nosotros los comerciantes, a los comensales, nos obliga a andar por las vías principales. A causa de eso, hay tres atropellos. Yo le hago la pregunta y queremos conversar: ¿queremos otro muerto más?», señaló Yasmani Cayo, presidente del Frente de Defensa.

El alcalde de Arequipa, Víctor Hugo Rivera, confirmó que en lo que va del año son 15 los buses del Sistema Integrado de Transportes (SIT) implicados en accidentes de tránsito. Sobre el caso de Juliana, señaló que el vehículo estaba acreditado para operar en la ruta y que se esperaría el reporte policial para determinar responsabilidades.
«Lo único que queda es indicarles a las concesionarias que tengan mayor cuidado, sobre todo en estas fechas donde mucha gente se vuelca a las calles caminando», dijo sin mayor énfasis.
Hasta pronto ángel de los indefensos
Juliana Masías León, murió como vivió: con el corazón entregado a quienes nadie más quería. Su recuerdo, en cada animal que alguna vez alimentó. En cada vida que salvó. En cada madrugada en que decidió ser mejor de lo que el mundo le permitía ser.
«Murió en el acto más puro de amor», escribió HOPE. Y en esa frase está todo.


