Por: Mg. Hugo Ramírez Huamán, presidente del Centro de Comunicación Amakella
Se ha inaugurado el Puerto de Chancay, el terminal más inteligente y verde de América Latina, en palabras del presidente chino, Xi Jinping. La obra física que apenas duro 3 años en su primera fase de construcción reducirá de 40 a 30 días la travesía o el viaje entre Chancay y Shanghái lo que representa un ahorro de un 20% del costo logístico en cada embarcación.
El terminal que recibirá a los barcos más grandes del mundo con hasta 24 mil contenedores cada uno, convierte a Chancay en el mayor puerto comercial en Sudamérica. Será, señalan los expertos, el nuevo centro de la carga marítima de los países como Ecuador, Bolivia, Brasil, Venezuela, desplazando a Chile a un puesto menor de competitividad portuaria.
Estos datos mantienen a las autoridades peruanas y los empresarios en un estado de máxima euforia, al punto que el ministro de transportes y comunicaciones Raúl Pérez Reyes ha dicho que Perú aspira a convertirse en la próxima Singapur. El desborde de entusiasmo parece tener correlato con las ganancias de 4,500 millones de dólares que el país espera tener cuando el puerto opere en su máxima capacidad, además de la creación de 7,500 empleos directos e indirectos.
Estas proyecciones contrastan con la realidad actual en la que viven los cerca de 64 mil habitantes de este pequeño pueblo costero que parece detenido en el tiempo y cuya población sufre con no contar con los servicios básicos para todos, entre otras tantas carencias. Una realidad que podría agravarse si avanzan las invasiones de terrenos no planificadas como consecuencia de las expectativas y beneficios que promete el puerto de Chancay.
Aunque, las autoridades insisten en que se trabajará un plan de desarrollo integral el tiempo se encargará de mostrar si la promesa se convertirá en realidad. Lo mismo dijeron, en su momento, cuando se construyó el puerto del Callao, pero todos sabemos de la pobreza y miseria que impera en los barracones chalacos, sinónimo de alta peligrosidad. Y este es justamente uno de los mayores temores de una buena parte de la población de Chancay, el aumento del narcotráfico, la delincuencia además de los efectos negativos para la pesca artesanal. Los pescadores se quejan que el puerto de Chancay ha destruido sus puntos de pesca y que se han apropiado de una parte del mar. De esta realidad se habla poco o casi nada en los grandes medios de la capital, así como de las intenciones de China que claramente busca acentuar su influencia en América Latina y el mundo y desplazar la hegemonía de los Estados Unidos. La Nueva Ruta de la Seda es pues, la estrategia de mayor dominio geopolítico del gigante chino.
Por lo dicho, no nos oponemos al avance del país. Que se desarrolle con infraestructura moderna. Hoy es el puerto de Chancay, en enero será la inauguración del nuevo aeropuerto Jorge Chávez, después la moderna carretera central, luego la proyectada red ferroviaria. Todo bien, siempre y cuando los beneficios sean para la mayoría de la población y no solo para el grupo de inversores que se llevan la parte del león y al pueblo le queda la cola del ratón, como ahora ocurre con las concesiones mineras y otros servicios privatizados. Que el puerto de Chancay sea la oportunidad del despegue y la industrialización del Perú. Ojalá.