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Después de Francisco

Por: Hugo Ramírez, presidente del Centro de Comunicación Amakella

La muerte del Papa Francisco deja al mundo católico en una situación de incertidumbre y expectativa respecto del futuro de la Iglesia. La pregunta que nos hacemos es si su sucesor continuará por el valiente camino de reformas que en sus 12 años de papado emprendió el argentino Bergoglio o, por el contrario, el sector tradicionalista y conservador de la Iglesia, tratará de retomar el poder en el Vaticano y frenar o anular los cambios que puso en marcha el fallecido Papa.

Para este sector conservador y tradicional de la Iglesia no le cayó nada bien que el Papa Francisco investigue y condene los abusos sexuales a menores de edad cometidos por sacerdotes, obispos o cardenales. Una aberración que en el caso peruano paso factura reciente al Sodalicio de Vida Cristiana que fue disuelta por estar implicada en casos de pederastia y manejo corrupto de sus finanzas.

Este sector conservador se rasgó las vestiduras cuando el Papa considero que la homosexualidad no es un delito y que las personas homosexuales eran hijos de Dios y que tenían derecho a estar en familia.

No les agrado que empiece a poner orden en las finanzas del Vaticano y la Curia Romana. Implementó significativas reformas para que haya un uso transparente del dinero que maneja la Iglesia y se combata de este modo con la corrupción.

Pero el malestar y desagrado no vino sólo desde el interior de la Iglesia, también de líderes políticos conservadores y nacionalistas que no vieron con buenos ojos la postura del Papa Francisco sobre el problema de la migración, el cambio climático y la desigualdad económica que fabrica cada año miles de pobres. Miles de descartados como solía llamar a los postergados del mundo.

Por eso es una incógnita, una preocupación el futuro de la Iglesia que, desde luego, deseamos sea de continuidad y de profundización de las reformas emprendidas por el Papa Francisco. Una Iglesia que esté del lado de los pobres y no de los poderosos. Una Iglesia en salida, con olor a oveja como les dijo a sus sacerdotes y monjas acostumbrados a vivir, la mayoría de ellos, en la comodidad del templo.

Una Iglesia que radicalice su defensa de la Casa Común, la defensa de la madre tierra, de la naturaleza, aunque ello implique enfrentarse a las transnacionales de la contaminación y la muerte.

Si el sucesor de Francisco avanza con estas reformas entonces la posibilidad de promover cambios reales en favor de la humanidad seguirá siendo una esperanza. De lo contrario, la Iglesia volverá a caer en el oscurantismo y el desencanto acelerará la huida y disminución de católicos como actualmente ocurre en Europa y muchos de nuestros países.

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