En una reciente entrevista de radio, el experto José Carlos Tamayo abordó la interrogante central: ¿se puede vivir del desarrollo de videojuegos? Antes de responder, definió el concepto básico: un videojuego es esencialmente un juego que se disfruta digitalmente a través de una pantalla, ya sea en celulares, PCs, laptops o consolas como Xbox y Nintendo Switch. Aunque definir «juego» es filosóficamente complejo, la clave del videojuego es su medio digital. La enorme variedad de géneros va desde clásicos de plataforma como Mario Bros hasta shooters, estrategia y fenómenos modernos como Roblox, que no solo es un juego, sino una plataforma donde los propios usuarios pueden crear.
La accesibilidad de la creación es sorprendente. Actualmente puede ser «sumamente fácil» empezar, incluso para personas sin conocimientos de programación o niños desde los 5 años. Herramientas como Construct 3 permiten crear juegos básicos, como uno de «navecitas», en tan solo una hora. Para un desarrollo más profesional, la herramienta más utilizada en el mundo es Unity. Si bien mucho contenido de aprendizaje es gratuito en internet, el valor de los institutos que, como Senati, ya ofrecen carreras especializadas, es clave para reconocer el potencial del sector.
En cuanto a la viabilidad económica, el tema central, el potencial es enorme, aunque en Perú sigue siendo un reto. Arequipa, por ejemplo, posee un gran capital humano en software. Los creadores ya no son solo ingenieros; comunicadores o abogados también están fundando startups de videojuegos. La diferencia salarial es drástica: un junior en Perú puede empezar con $300-$500, pero trabajando para el extranjero, esa cifra asciende a $1,000 o $2,000 mensuales. Un experto en IA puede incluso superar los $8,000. El requisito indispensable para acceder a este mercado global es aprender inglés y construir un portafolio de proyectos.
Finalmente, es fundamental derribar mitos: no se necesita un «supercomputador». El gameplay (que el juego sea divertido) es más crucial que los gráficos, y el éxito masivo de juegos simples como Flappy Bird, que llegó a generar $50,000 diarios, es prueba de ello. La monetización se logra vendiendo los juegos en tiendas digitales como Steam, que cobra una comisión. En el ecosistema local, aunque el dueño de la idea es el propietario del producto, predomina el trabajo colaborativo en equipo para desarrollar nuevos proyectos.
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