RÍO DE JANEIRO. – La operación policial más letal de la historia de Brasil dejó al menos 132 muertos, entre ellos cuatro agentes, según el Ministerio Público. El Gobierno regional maneja otra cifra: 119 fallecidos, lo que igualmente la convierte en la intervención más sangrienta jamás registrada en el país.
Una operación que superó todos los límites
El martes 28 de octubre, unos 2.500 policías irrumpieron en los complejos de favelas de Penha y Alemão, bastiones del Comando Vermelho, el grupo criminal más antiguo y poderoso de Río. La ofensiva buscaba cumplir 100 órdenes de captura, pero se transformó en una jornada de fuego cruzado, granadas lanzadas desde drones y escenas dantescas.
Vecinos relataron que algunos cuerpos fueron hallados decapitados o con signos de tortura. Los cadáveres se acumularon en una plaza, donde familiares y voluntarios ayudaron a bajarlos del monte.

Hasta entrada la noche, funcionarios forenses seguían trasladando los cuerpos al Instituto de Medicina Legal, mientras cientos de personas esperaban noticias de sus desaparecidos.
El balance oficial incluye más de 110 detenidos y cerca de 120 fusiles decomisados, aunque los testimonios de la población apuntan a posibles ejecuciones extrajudiciales.
Reacciones divididas entre el poder y los derechos humanos
El gobernador de Río, Cláudio Castro, defendió la intervención como “un éxito, salvo por la muerte de los cuatro policías”, y calificó a los narcotraficantes como “narcoterroristas”, en un discurso que recordó al del expresidente Jair Bolsonaro.
Por su parte, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, recién regresado de un viaje a Asia, pidió explicaciones y criticó la falta de coordinación con el Gobierno federal.
La Oficina de Derechos Humanos de la ONU expresó estar “horrorizada” por la magnitud de la matanza y exigió una investigación “rápida y efectiva” sobre los posibles abusos. Organizaciones como Amnistía Internacional también denunciaron el uso desproporcionado de la fuerza y la posible existencia de ejecuciones extrajudiciales.
El Comando Vermelho: medio siglo de violencia y control
El Comando Vermelho (CV) nació en los años setenta dentro de la prisión de Cándido Mendes, donde presos comunes convivían con reclusos políticos durante la dictadura militar. Esa convivencia dio origen a una organización que mezcló códigos de solidaridad con prácticas criminales.
Con el tiempo, el CV se transformó en una red de narcotráfico y extorsión que hoy controla más de la mitad de las favelas de Río, imponiendo reglas, mediando conflictos e incluso organizando eventos populares en los que el Estado está ausente.
Durante la década de 1980, la facción estableció lazos con los cárteles colombianos y expandió su poder fuera de Río. En los años 2000, su enfrentamiento con el Primer Comando da Capital (PCC) derivó en una guerra que dejó cientos de muertos dentro y fuera de las cárceles.
A pesar del encarcelamiento de sus líderes históricos, como Fernandinho Beira-Mar, el CV mantiene su dominio gracias a una estructura descentralizada y territorial, que lo convierte en un actor paralelo al Estado brasileño.
Una herida abierta a días de la cumbre del clima
La masacre ocurre justo antes de la cumbre mundial del clima que la ONU celebrará la próxima semana en Brasil, con eventos en Río y Belém, a la que asistirán líderes internacionales como Keir Starmer y Pedro Sánchez. El contraste entre la tragedia y la vitrina global que busca mostrar un Brasil estable ha generado fuertes críticas al Gobierno regional.
Mientras tanto, las calles de Penha y Alemão permanecen vacías, los comercios cerrados y las escuelas sin clases.