José Ruiz Rosas en LOS DISPARATES DE UN BARBADO POETA.

La conversación disparatada y casi monológica que nos ofreció desde su hogar a la vera del Chili
2018-08-29 11:01:39
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José Ruiz Rosas. Lima, 1928. Ha sido en el último cuarto del siglo XX, el vivo resplandor de la poesía en Arequipa. Su barbado rostro lo hemos encontrado en todas las actividades culturales y en las presentaciones de libros de los jóvenes aedas que inician su creación literaria en nuestra ciudad. La vastedad de su obra poética (cerca de 20 títulos) es una prueba del diario afán por pervivir entre los versos de la literatura peruana. El reconocimiento y valoración de su escritura ha sido paulatino y el acercamiento de las nuevas generaciones a su persona ha sido casi obligatorio a la par que reconfortante. Esta entrega maravillosa del barbado y ya anciano vate ha sido calificada de plenamente humana, impregnada del avatar del hombre moderno y de un lenguaje aprisionado entre lo barroco y lo clasicista. La conversación disparatada y casi monológica que nos ofreció desde su hogar a la vera del Chili, fue producto de una interrupción a su siesta vespertina combinada con la solución de un crucigrama. En ella podemos percibir una visión más cercana de quien no ha hecho más que frutar versos desde lo recóndito de su sensible ser hasta convertirse en un verde y húmedo ramaje cobijado entre sillares y estremecido por nevadas o temblores.

- ¿Cuál era su visión de esa Arequipa que a usted lo recibe desde la perspectiva de la literatura, con qué personajes, con qué poetas se relaciona?
- Vine el año 49, sin haber conocido antes a literatos arequipeños sino por lecturas, por libros, por antologías; me interesó la calidad de esos poetas, no los busqué, no estaba en busca de relacionarme. He sido un poco arisco, quizá solitario. Es después cuando abrimos la librería que fui conociéndolos porque iban por ahí, por ejemplo don César Atahualpa Rodríguez.

¿Hay alguna revista o periódico, en Arequipa, donde publica su primer texto? 
En un periódico, en "El Pueblo", publicaba de vez en cuando poemas con un seudónimo: Ángel Robledo. Después publique en la revista "Homo", de tres poetas: Óscar Valdivia, Ana María Portugal y Tonny Ramírez; en el número 4 me pidieron unos poemas y los publicaron, pero no hubo número 5 porque la revista quebró. Como despedida editaron "Urbe-Retorno a Tiempos".

Al final en la década del 60 usted publica "La noche vacía" y "Urbe". El significado de "Urbe", ¿tiene algo que ver con la ciudad o simplemente es un motivo…?
No no no, es justamente relativo a la ciudad porque los poemas que contiene son de ese carácter, de lo que uno vive o ve en la ciudad; escribía bastante de esos poemas, apareció uno en la revista "Hombre y Mundo", que no está en el libro; y al mismo tiempo que "Urbe", hubo un librito pequeño, "Retorno a Tiempos", que fue un contacto con los poetas de acá, porque dos años seguidos, 67 y 68, yo estuve estudiando educación, hubo concursos organizados por la FUA, entonces mandé sendos libros de poemas, uno escrito en ese tiempo y otro que escribí a los 19 años cuando estaba en Lima para ser de la misma edad de los que concursaban y no parecer tantos años mayor. El 67 gané el 1º y 2º premios con los poemas de ese año y con los que escribí en el 48; y el 68 gané el 1º premio con "Retorno a Tiempos", y ese mismo año gané el 1º premio de cuento con "Empleado no se necesita", que más o menos habla de cuando yo buscaba trabajo sin experiencia; eso me hizo ir ganando amigos porque ya me hice conocido como poeta. Antes de eso no, era comerciante de libros, era empleado. No aparecía en los círculos literarios.

¿En ese momento usted considera ya que define su expresión poética por el estilo que más o menos ya fue perfeccionando con los años?
Sí, me parece que sí. Porque al mismo tiempo que lo interno, el sentimiento mío, va el otro sentimiento, el de ver todo el contorno; ambas cosas están siempre en los poemas, a veces hasta en los de amor que no son muchos...

En los años 70, el tema del que es quizás el libro más celebrado de toda su obra, "La Sola Palabra", gira hacia la misma poesía. ¿Esto es por una necesidad expresiva o simplemente porque usted quería explicar esa experiencia con la poesía?
Por eso mismo, por lo segundo, porque me he considerado siempre poeta, no me he relacionado, pero he considerado que lo que tengo que hacer, y lo que más deseo hacer, son poemas. Esto es leerlos también, todo lo que sea posible, en español, y escribirlos. Puede quizá pensarse en lo que dijo Martín Adán: 

Poesía no dice nada / Poesía se está callada / Escuchando a su propia voz.

Porque cada poeta también tiene bastante amor propio, que le sirve a sí mismo, a veces se cree un depósito de grandezas o de muchos sentimientos, lo que tenemos todos. Lo que hace el poeta es buscar la forma de decirlo mejor, de hacer algo que sea agradable dentro de lo que escribe, a veces también ciertas cosas pueden ser malas.

Usted ha tratado temas poéticos específicos: "Urpi", por ejemplo, de la paz; y "El Elogio a la danza" sobre la danza. ¿Cómo logra concentrar toda su poética en esos temas?
Sobre la paz porque son tantos años oyendo, viendo la guerra desde el colegio, en el primer año fuimos a una marcha, en la ciudad de Huacho donde estudié la segundaria (debido a que soy asmático), porque empezó la guerra con Ecuador, año 41 o 42. Delante de la marcha del colegio estaba un obispo que fue desde Lima; y yo pensaba que seguro en Guayaquil, en Quito, estarían haciendo las mismas marchas, antibélicas, y también presididas por un obispo adelante. Pero usted ha mencionado también la soledad, la soledad es muy honda, la de cada uno. Yo tengo familia, amor, esposa, hijos, pero a veces la soledad es muy intensa, se siente, y sobre eso también se escribe porque es algo que está con uno, es una especie de compañera. Viene a suplir algunas compañías que no tengo. Yo voy a muchas actividades que hay acá pero no soy tan sociable, soy más bien algo soledoso, algo prioritariamente cohibido, también debe de ser timidez y si se habla de la soledad, digo, se habla de la poesía.

En el texto "Vecino de la Muerte" hay al final del libro una página donde se coloca una craneografía, creo que sería…
Una calavera, y todo ese poemario también tiene un tema específico, la muerte. Es un diálogo con la muerte…

Ese libro, "Vecino de la muerte", lo escribí en Tacna. Yo trabajé en Tacna de empleado en la universidad que ahora es Jorge Basadre. Y aunque viajaba cuatro veces al mes no me sentía muy bien, entonces escribí bastante de esos poemas en Tacna y los últimos en el hospital donde fui operado. Ese cráneo que se ve es el mío, tiene una raya de una caída que tuve a causa de la epilepsia, un testimonio un poco irónico porque dice estar cerca de la muerte, caerse. Y también hay una foto en la que estoy con un maletín, eso fue en Camiara (en la frontera entre Moquegua y Tacna) donde había que esperar (de venida) un par de horas por la inspección del contrabando. La muerte no sólo nos espera a todos sino que con las enfermedades nos acosa y nos amenaza también. Hay que esperarla, pues.

Hay un libro curioso, "Enigmas". Si uno mira toda su producción, se pregunta, este librito ¿qué hace metido ahí?
Empecé a escribirlo porque uno de mis hijos estaba enfermo en una clínica, iba a ser operado de las amígdalas, yo iba a visitarlo; me permitían estar ahí hasta tarde y era aburrido para él y para mí estar ahí. Él no podía casi hablar, entonces se me ocurrió hacerle algunos enigmas a ver si lo solucionaba pues estaba ahí echado. Fui haciendo bastantes. Bueno, son 100 enigmas que publiqué en Tacna en el año 82 y después otros cien en Arequipa, todos los mandé a Cuba, a un concurso. Años después, publicó los dos libros juntos, 200 enigmas. En Lima, Benavides de "Antares, Artes y Letras" publicó los 200 enigmas en un bello librito; esa es la historia de mi libro de poemas pequeñitos que no lo parecen pero que son, y que tienen una característica en relación a los demás libros, de no llevar la respuesta.

En la antología: "Poesía Reunida", ¿Usted cree que ahí está la base esencial de su obra poética?
Es probable, porque yo hice esa antología con Alonso (Ruiz Rosas), que fue editada acá. Mi hija que vivía en Alemania trabajando de traductora, de intérprete y estaba en ese momento en España, donó para ese libro 500 dólares, y luego este libro salió bajo el sello de la UNSA. Ese libro es mío, emocionalmente, pero tiene la carátula con grabados de Miguel Ángel Espinoza Sálas y de Ramiro Pareja. Le dijeron a Espinoza Sálas en una reunión en la casa de Juan Carpio Muñoz que deseaban hacer unos grabados para un libro mío, que se llama "Yaqi Urpi", que quiere decir paloma triste; e hicieron grabados de esa paloma, esa paloma entre sillares que ve en el grabado en la pared. Es por la matanza lo de la paloma de la paz y para esa paloma es el último verso: "Paloma de la paz triste y herida". Muy expresivamente, lo que yo opino está dentro de ese último verso.

¿Cómo las nuevas generaciones de poetas se han ido acercando hacia usted, desde qué año? Yo recuerdo mucho que en el año 75, por ejemplo, cuando usted llega al INC, hay una situación que para nosotros -por lo menos para mi generación- es importante, esa faceta de la promoción cultural. De tal manera que los jóvenes han ido acercándose como usted me cuenta hasta hoy.
Si pues, es agradable, es decir, eso está en oposición a lo que yo, como dije al comienzo, no buscaba relacionarme. Yo no soy tan sociable. Y eso es perjudicial a la larga. Ahora algunos poetas publican su primer libro, y me dicen que yo sea el que haga el prólogo. Lo hago muy contento.
Se debe ayudar y se debe dar a conocer al público lo que se escribe, para eso se publica. Hablar de lo que está saliendo es importante, tengo obras de autores conocidos, pero mayormente de autores jóvenes, y los tengo guardados, tengo copias de casi todos, en orden alfabético. Mis opiniones sobre la poesía son una forma de colaborar con ésta. Y si se pudiera decir que yo fui un colaborador en esa actividad, me alegra. El nombre de la librería era de poesía para eso, para atraer, era "Trilce", sigo pensando que "Trilce" significa triste y dulce, o sea Vallejo unió ambas palabras.

¿Qué expectativa tenía en la poesía cuando era joven, qué era lo que usted miraba en este oficio?
Mi expectativa era ser un buen poeta. He leído ha bastantes poetas desde muchacho. Existe un sentimiento de emulación y de tener también éxito. Eso le dije a mi señora cuando nos conocimos, que era poeta, no estudiante y no pensaba en una profesión, sino que era poeta. Estuvimos enamorados y nos casamos, ella no esperaba otra cosa porque sabía que la profesión de un poeta es hacer poemas y al mismo tiempo era la de no tener recursos.

¿Qué poetas tenía como modelo cuando usted era joven?
Vallejo lo era siempre, desde que salí del colegio. Apenas llegué a Lima, vi en la librería esos libros conocidos, Vallejo, Hidalgo, Martín Adán, toda esa época del 46, 47, 50 y compraba también libros de los notables poetas españoles y de América. Siempre he guardado libros en mi biblioteca, ahora tenemos una buena biblioteca de poesía arequipeña, peruana y universal. Digo "tenemos" porque mi familia contribuye mucho con eso. Es una manera de honrar a los poetas más importantes, a los que me han impresionado.

- En el caso de esta distinción, de repente imprecisa, entre poeta de la lengua y poeta de la vida, dicen que usted tiene preferencia fundamentalmente por el trabajo del poema en la lengua, o sea, jugar con ella, recrearse. Pero creo que esto no impide también que la lengua refleje la vida, creo que esas son preferencias. ¿Usted qué cree?
Bien dicho. En la poesía, el uso de la palabra debe lograr la pureza, la propiedad de cada palabra con relación a lo que estés sintiendo y que sea agradable, porque también se pueden decir muchas imágenes en prosa. El poeta debe tratar de perfeccionar su oficio, su profesión.

 

* Lo de disparates es un modesto calificativo del propio entrevistado. La entrevista fue publicada, en su primera versión, en la revista virtual de política y cultura "Espergesia 4" (octubre 2004) y posteriormente en la revista "Lego 4" (febrero 2005), ambas publicaciones editadas en la ciudad de Arequipa.

 

Por José Gabriel Valdivia 

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